viernes, 12 de agosto de 2011

Los mitos de la adicción al sexo




Al fin la psiquiatría va a ocuparse de incluir en el manual de trastornos mentales a la famosa adicción al sexo que ahora dicen padecer algunos hombres. No dudo que muchos califiquen dentro de la probable patología, pero me temo que en la fiesta se colarán unos cuantos vivos, ya que es más conveniente declararse enfermitos y no infieles por deporte. Es que en este mundo de especulación financiera el adulterio puede costarte una fortuna, como a Tiger Woods, que con tal de no largar los millones ha prometido hacer el “tratamiento”.

En cambio desde hace siglos las mujeres padecen el estigma por un rótulo mal puesto, porque quienes sufrieron (o sufren) ninfomanía o la versión femenina de la adicción al sexo, fueron (y son) tenidas por putas, y no por enfermas. Eso NO quiere decir que una mujer contemporánea que lleva una vida sexual hiperactiva sea una ninfómana. Pero la confusión generalizada, me parece, surge de subestimar o mal interpretar el significado de la palabra. Hoy si una chica se divierte a su manera en la intimidad enseguida la catalogan como “ninfómana”, pero el mote no es chiste.




A saber, ninfómana es un término formado por otros dos: ninfa y manía. En la mitología griega las ninfas eran las divinidades “de las aguas claras, de los manantiales y de las fuentes…Viven en cavernas y lugares húmedos. En el desarrollo de la personalidad representan una expresión de los aspectos femeninos de lo inconsciente” explica Oscar Urbiola, autor de la Enciclopedia del Sexo.

Estas damas acompañan al dios Dionisio, y como dice Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de Símbolos, las damas que ” acompañan a algunas deidades representan las ideas accesorias de ese dios. Las ideas del exceso el desenfreno festivo, etílico, y sobre todo sexual, rodeaban a Dionisio” que en su infancia tuvo a las ninfas por niñeras. Es decir que las ninfas quedaron asociadas al desborde de su jefe.

Manía es, en términos psiquiátricos, la exaltación de los estados de ánimo, un trastorno mental que se manifiesta mediante la hiperactividad, la conducta obsesiva y el deseo desordenado por algo. En esto se inscribe el también llamado furor o fiebre uterina, que no es sino una mujer que tiene deseos sexuales exagerados e insaciables. Según algunos psiquiatras -porque no todos adhieren a la teoría - la enfermedad se desarrolla en la infancia culpa de una excesiva demostración de cariño por parte de los padres hacia la hija, que vive sobrestimulada en un ámbito claramente erótico, donde sus progenitores no paran de tocarla y besarla. La nena, si no recibe otras muestras de afecto mediante gestos, actitudes y palabras, crecerá dependiente de esa demostración física para sentirse querida.

De grande esa mujer buscará sexo en cualquier parte, y mantendrá muchas relaciones ocasionales para saciar su apetito feroz, lo que a los ojos de las demás la convertirá en un objeto carnal y no en un ser digno de amor, sostienen los bochólogos.

Una víctima famosa de esta enfermedad fue Valeria Mesalina, la cuarta esposa del emperador Claudio (10 ac al 54 dc). Según Plinio el Viejo se iba de ronda por los puticlubs de Roma y hasta llegó a acostarse con 25 clientes en una sola noche.




Lamentablemente muchos hombres creen que lo mejor que puede pasarles en la vida es cruzarse con una ninfómana, lo que en rigor será destructivo ya que ninguno podrá seguirle el tren. Ese comportamiento patológico suele causarles ansiedad, lastima su autoestima créandoles angustia, inseguridad y una sensación de castración e impotencia, además de quedar de cama.

Conclusión, hay que tener cuidado con las palabras cuando juzgamos a los demás (cosa que tampoco deberíamos hacer).